Llega un momento en la vida de todo ser
humano en el que nos sentamos un instante y nos ponemos a pensar en
nuestra vida. En lo que llevamos vivido, no en lo que nos queda por
vivir. Probablemente en lo primero que pensamos, o de lo primero que
nos acordamos es de los fallos cometidos. Los pensamos, nos
avergonzamos, nos arrepentimos y en algunos casos nos los
reprochamos. Pero ahora decidme, ¿de qué nos sirve eso?, ¿por qué
lo hacemos?, ¿para torturarnos psicológicamente tal vez? …
Yo no soy psicólogo, pero creo que
todos, incluyéndome, tenemos una idea bastante lógica y razonable
de este hecho.
Nos lo reprochamos porque quizás
nuestros subconsciente piense que haciéndolo vamos a, de una forma u
otra, rectificarlo. Pero amigos, eso es otro error más del ser
humano. De nada sirve hacer eso. De nada sirve siquiera pensarlo más.
La vida tiene un curso que ninguno de nosotros podemos parar o
frenar. Sigue. Sigue y sigue muy deprisa. Y nosotros, los seres
humanos, destructores de lo que amamos en mi opinión, tenemos la
capacidad de ser inteligentes (generalmente). Dicha inteligencia se
consigue con el paso de los días, meses, años, y nos sirve para
aprender. Aprender, volviendo al tema del que hablaba, a no cometer
los mismos errores. De nada sirve lamentarse. De nada sirve.
Rectificar es de sabios, como todos sabemos, y aprender de
inteligentes. Entonces, aprendamos a no cometer los mismos errores en
un futuro.
Sí, muy bonito este texto de arriba,
pero.. El ser humano es el único ser vivo que se tropieza dos veces
con la misma piedra. ¿He dicho dos?
Sin embargo, no sé si te has dado cuenta pero los hechos más traumáticos de nuestra vida (para el bien de los psicoanalistas)lo olvidamos y desterramos completamente de nuestro cerebro. Pienso que, como dices, recordar los errores es la mejor manera de aprender y seguir tu camino, si no tienes errores no tienes nada que aprender y entonces la vida se volvería vacía y animal.
ResponderEliminarTambién es verdad que solemos caer más de dos, tres y cuatro veces con la misma piedra, pero cuando conseguimos saltarla y dejarla atrás ¡que grata sensación embarga! Creo que sólo por eso, por ver que puedes seguir adelante aunque hubieras pensado muchas veces que jamás podrías, merecen la pena esas caídas y esas putas piedras que nos entorpecen el camino.
P.D: Interesante reflexión, sigue así ;)